Te has ido

Créeme, te has ido.

Dejé que el trazo de tus pasos en mi memoria se conviertan en mínimos granos de arena que la sal de mis lágrimas fue borrando con cada ola de dolor. Que el frío que sentía por tu ausencia se convierta en la agradable brisa cuando mi corazón ardía de dolor. 

Se fue el peso que sentía con tus abrazos que en vez de impulsarme, me ataban al centro de la tierra que ensuciaban tus zapatos. 

La pesadilla de tus ojos acuchillándome el corazón, la difuminé con la neblina de los míos. 

Desapareciste.

Y te convertiste en esa laguna mental en donde se recuerda el sentimiento, más no los porqués.

Solté cada reclamo que nos hicimos, como si los corazones estuvieran para darle la razón al cliente, que cuando se queda lleno deja un plato vacío y te da una mínima propina… y que al quedarse insatisfecho te devuelve todo lo que has dado. 

Quité de cada uno de mis cabellos la sensación cuando sumergías tu mano, estallándome la cabeza contra un pecho que apenas puede ser amado. 

Me vi valiente ante el desatino de mis decisiones cuando decidí compartirlo todo con una persona que no sabe ni apreciar el color del cielo, aún cuando está nublado.

Me desenvolví de ese torrente de emociones para convertirme en huracán.

Me volví terremoto. 

Me volví ese desastre natural que destroza las paredes de mí misma.

Decidí irme, porque solo yéndose uno aprende a apartarse de lo que destruye.